Para hablar de mi experiencia con el Día del Libro de este año, deberíamos remontarnos a anteayer, 23 de abril. Sé que vengo dos días tarde... En cuarentena, esta afirmación puede sonar un tanto extraña: en teoría, tenemos más tiempo, ¿verdad? Efectivamente, y empleo ese tiempo en la práctica para trabajar en cosillas pendientes. Una de ellas, terminar de corregir la cuarta parte de la saga 13 Milímetros.
Como sabéis, de la que será una
pentalogía de novela negra, actualmente se encuentran publicados los tres primeros tomos:
Scorpio,
O'Quinn y
Angela. La cuarta parte, preparada para que los
lectores beta puedan hincarle ya el diente, lleva en esta fase desde diciembre del año pasado. Y, precisamente, fue en el Día del Libro cuando terminé con la corrección. Resultó extraño ponerle el punto y final sabiendo que la siguiente será la última entrega de esta saga...
Pero regresemos al 23 de abril...
También conocido como Sant Jordi, es habitual su celebración regalando libros y rosas a las parejas y personas queridas. En este año tan atípico, el Día del Libro se ha festejado como se ha podido mediante diferentes iniciativas por las redes, donde autoras y autores, lectoras y lectores hemos contribuido con nuestro granito de arena para mantener viva la llama de las letras.
Así pues, y siguiendo con la tradición literaria para el señalado día, esta fotografía llegó hasta mí. La tomó una persona bonita cuyas palabras en cierto momento mágico no olvidaré nunca.
La belleza de la naturaleza junto a la fuerza de la protagonista a la que acompaña, superviviente en una historia distópica a la que mi mente regresa una y otra vez estos días.
Días de encierro.
Días de incertidumbre.
Días de lucha.
Días de solidaridad.
Días de fortaleza.
Días de vida.
Quizá sea una parada, esa que tanto necesitamos, para recordar lo verdaderamente importante. En nuestra ausencia, la naturaleza se limpia, pero nosotros también. Una cura de humildad para una especie que cree que todo le pertenece por derecho. Lo único que, por derecho, es nuestro es la propia vida. Propongámonos fijarnos más en los colores, en los aromas, en las sonrisas, en las nubes, en nuestras familias, nuestros amigos... En todo lo que antes creíamos que era normal y, como estamos viendo, es en realidad extraordinario.
Esto es lo que el Día del Libro de este año me ha traído: reflexión. Una reflexión que lleva reclamando su lugar desde que la amenaza se hizo con el control hace ya 6 semanas.
Bueno, me ha traído reflexión y también una pose muy simpática de mi perrita Ginny (sí, es por Ginny Weasley).
En resumen: me habría gustado celebrar el Día del Libro de un modo distinto. Uno en el que las sonrisas no necesitasen de mascarillas, donde poder entregar en mano el libro que quiero regalar, uno que poder celebrar con abrazos. Sin embargo, y de momento, esta es la situación.
Mientras así sea, soy del pensamiento de que cuidarnos a uno mismo implica cuidar a los demás.
Mientras así sea, celebremos el Día del Libro (y todos los demás) como se merece: con libros. Libros que nos hacen viajar mientras necesitemos no salir de casa.
#YoMeQuedoEnCasa