Nuestra atención suele recaer fuera, donde las circunstancias viajan más allá de nuestro propio control, tan solo por no sumergirnos en nuestro interior. Por miedo a lo que podamos encontrar. Por miedo a hallar aquellos demonios, aquellas partes de nosotros que no aceptamos.
Insensatos de nosotros, pues solo desean ser abrazados.