martes, 30 de agosto de 2016

¡Nuevo sorteo!

Llevo pensando en esta idea desde hace un par de meses o tres, pero entre unas cosas y otras he ido postergándola. ¡Y ya está aquí! sortear un ejemplar de El presagio de Horus.
He decidido

La participación es muy sencilla y se podrá hacer a través de dos plataformas:
  • Facebook: únicamente hay que completar dos pasos:
    • Darle me gusta a mi página de Facebook, que podéis encontrar aquí.
    • Compartir la publicación relacionada con el sorteo, que podéis encontrar aquí. Hay que hacerlo de forma pública, ya que si se hace solamente para los amigos puede ser que alguien no tenga el perfil público y yo no podré comprobar que ha seguido esta pauta.
  • Twitter: también serán dos pasos a seguir:
    • Seguir mi cuenta de twitter, que podéis encontrar aquí.
    • Retwittear el tweet relacionado con el sorteo, que podéis encontrar aquí.

Cumplir estas pautas supone una participación en el sorteo. Si se participa en las dos redes sociales, hay el doble de posibilidades de resultar ganador, ya que se tendrá una participación por Facebook y una por Twitter.

La fecha en la que se cerrará el sorteo será el martes 20 de septiembre a las 23:59 h, es decir, en tres semanas a partir de hoy. El miércoles 21 de septiembre publicaré la lista de participantes (si hubiera algún error, así se me podría comunicar) y el jueves 22 de septiembre anunciaré el nombre del ganador y me pondré en contacto con él para poder efectuar la entrega del libro.

Además del ganador, que obtendré mediante la página web Randorium, sacaré dos suplentes por si acaso no pudiera contactar con el mismo. Para que el premiado sea declarado "sin respuesta" y poder acceder a los suplentes, daré un plazo de tres días desde el día en el que declaro el nombre del ganador. En el caso de los suplentes será igual: habrá un plazo de tres días para aceptar el premio para el suplente 1 y otro posterior plazo de tres días para el suplente 2. Si dentro de ese período de tiempo no pudiera contactar con ninguno, el sorteo se volvería a realizar. Los pasos después serían estos mismos. Grabaré un vídeo del momento en el que realizo el sorteo y lo subiré a Facebook para que no haya ninguna duda del proceso de obtención del nombre del ganador.

Para que el sorteo se haga efectivo tiene que haber un mínimo de 50 participantes. Parece una cantidad grande, pero lo cierto es que si se va compartiendo entre nuestros contactos, se podrá alcanzar sin ninguna dificultad =)

Tengo mucha ilusión ante este sorteo y espero que vosotros también. Apenas cuesta unos pocos segundos participar. ¡Animaos! =D

miércoles, 24 de agosto de 2016

El paraguas


Imagen: Freemages
   Sabes que lo necesitas porque llueve. En realidad las nubes solamente se han arrebujado en el cielo espesas, con aspecto de algodón. Un algodón sucio, el color que se queda en el tejido tras restregarlo sobre una superficie de dudosa higiene. Pero sabes que esas nubes pronto descargarán agua. El olor húmedo en la calle tampoco miente. Decides entrar a una tienda, las antiguas “todo a cien” que ahora han adoptado matices más asiáticos, pues no quieres mojarte. Porque sabes que va a llover. Te acercas a la sección de paraguas, una vez has preguntado al dependiente dónde se encuentra (la prisa apremia, no quieres perder el tiempo), y ahí comienzas a rebuscar entre los objetos amontonados en la tercera balda comenzando por abajo. Inmediata e inconscientemente rechazas aquellos que se asemejan a un bastón: lo que quieres es uno pequeño, plegable, que quepa en tu mochila cada vez que lo necesites. Para eso están los paraguas, para ser útiles como y cuando quieras. Tampoco el color importa. Rojo, verde, amarillo... ¿Qué más da? Solamente es para protegerse de la lluvia. Ves el azul y tu mano se dirige hacia él de forma instintiva. Tal vez porque es el color asociado al agua. Asociado a la lluvia. Ese es el que eliges. Vas al mostrador y pagas, resultándote un buen precio para un paraguas. Barato, económico. Suspiras aliviado porque fuera ya ha empezado a llover. ¡Qué gran idea ese paraguas! Lo abres. Las varillas metálicas son firmes, fuertes, plateadas. La tela impermeable azul se extiende por encima de tu cabeza para ejercer su trabajo: protegerte de las gotas.
   El otoño da paso al invierno y aquel ser inanimado que adquiriste por unas pocas monedas ha estado haciendo su trabajo eficiente. Incluso compraste un paragüero en la tienda de al lado. Y ahí lo dejas cada día. Durante el transcurso de los meses de mayor frío has descubierto que el paraguas también puede cubrirte de la nieve y el granizo. No está mal, te dices a ti mismo, no gasté ni un billete cuando lo compré.
   La estación gélida también termina y, con ella, el clima intempestivo. Es cierto que la siguiente, la renovada primavera, también trae consigo ciertas lluvias, tormentas en ocasiones. El sonido que hace el paraguas al abrirse es demasiado familiar, no en vano lo ha hecho tantas veces. Sin embargo, poco a poco el astro diurno, aquel tan brillante, empieza a protagonizar los días y cada vez con más ímpetu. Te asomas al armario. Ya va siendo hora de guardar la ropa de invierno y sacar la de verano, ¿no? Lo mismo de todos los años, un ritual bianual que nos muestra camisetas que no recordábamos que teníamos. Desempolvamos los pantalones cortos, guardamos los guantes. Fuera los gorros, bienvenidos los tirantes. Las chaquetas gruesas y los abrigos son relegados al fondo del armario y con ellos también las bufandas y las botas. También el paraguas. En el caso de que lloviera, serían gotas cálidas y es más fácil soportarlas. ¿Quién quiere un paraguas en verano? Además, tiene una varilla un poco torcida. Piensas en tirarlo. No. Lo guardas por si acaso. Nunca se sabe. Total, piensas mientras le colocas encima una pila de prendas de abrigo, seguramente me compre otro cuando empiece el otoño.



Beatriz G. López

martes, 9 de agosto de 2016

Sonrisas

La carrera estaba siendo frenética. Angustiosa. Delirante. Ni siquiera parecía pertenecer a la realidad. Pero era muy real y su instinto de supervivencia lo sabía. No le interesaba saber a qué distancia le seguía, pues un solo vistazo a sus espaldas podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Un giro a la derecha, dos hacia la izquierda. Saltaba matojos, ramas, raíces, rocas, pequeños montículos de tierra. Cuanto más estrecho e intrincado fuese el camino que elegía, más difícil sería que la cazase. Desesperada, pensó un par de veces en escalar la rama más alta de un árbol. Enseguida se dio cuenta de que esa era una nueva manera de arrojarse a los brazos de la muerte, pues no le daría tiempo ni a subir al primer nivel del árbol y además era imposible olvidar que ese era el entorno natural del animal. Era ella quien jugaba en desventaja.
Un pequeño extracto de El presagio de Horus. Porque a veces en la vida nos encontramos situaciones ante las cuales tenemos que correr más, ir por delante, evitar que nos alcancen. No por cobardía, no. No es eso. No es cobardía querer salvarse a sí mismo, es adaptación. Supervivencia. Y puedes encontrar este camino llano y fácil, pero también lleno de obstáculos y sinuoso. En ambos casos, es necesario dejarlo atrás. Avanzar. Avanzando se crece y creciendo se llega a nosotros mismos. Nadie nos lo puede arrebatar. Supervivencia, ¿recuerdas? Merece la pena luchar por eso. Cuanto más estrecho e intrincado fuese el camino que elegía, más difícil sería que la cazase.

Y hablando de supervivencia... Es toda una hazaña sobrevivir a este calor veraniego de agosto. ¡Ya estamos en agosto! Los días parecen escaparse entre nuestros dedos cuando se trata del verano. Terminas el curso y te ves embarcada en otros proyectos temporales. Trabajo. Pero también descanso. Reencuentros. Tiempo para reencontrarse con uno mismo. Reencuentros también con los demás. Y sonrisas. Sonrisas que merecen tanto la pena... Sonrisas que te recuerdan lo que es real. Entonces la que sonríes eres tú.

Lo que tampoco deja de avanzar son los pedidos. El último, cuatro libros. Cuatro ejemplares que pronto tendrán sus cuatro destinatarios. Alegría por cuatro. Por dieciséis. Por doscientos cincuenta y seis. Son las cositas que facilitan que la felicidad ascienda exponencialmente. Me permitís que esta novela, la historia que tengo que contaros, siga sumando kilómetros. Mi deseo es que esta pueda compensaros con creces.

¡Feliz verano!